¿Quién es capaz de resistirse al delicado sabor de las torrijas? Bien preparadas nos permiten disfrutar de una masa suave y jugosa que prácticamente se deshace en la boca, dejando en nuestro paladar sabores tan evocadores y reconfortantes como la canela, el azúcar y la leche. Pero llegar a conseguir esa textura y sabor no es tan fácil. Moncho López, de Levaduramadre, nos explica alguno de los secretos de un plato que es tan aparentemente sencillo y a la vez es tan complicado .
El pan, enriquecido y consistente
Parece ser que la torrija nació en el siglo XV en un convento y desde entonces quedó muy ligada a la Semana Santa y Cuaresma, porque precisamente en un periodo en el que los católicos no podían consumir carne, su apariencia se asemejaba bastante a la de la carne asada: “Era un plato de aprovechamiento que en sus orígenes se preparaba con el pan duro que quedaba en las casas, pero hace mucho tiempo que las cosas han cambiado. Actualmente casi todo el mundo prepara las torrijas con un pan creado para tal fin, porque quedan muchísimo más cremosas, no se rompen tanto y están mucho más buenas” – comenta Moncho. Se trata de panes enriquecidos con otros ingredientes diferentes a los que se encuentran en el pan tradicional: “Nosotros en Levaduramadre por ejemplo, le añadimos leche, huevos y azúcar para que quede sabrosa y cargada de sabor; y además hacemos ese pan con una cierta consistencia porque para preparar la torrija hay que cortarla, empaparla, rebozarla, freírla… y la rebanada debe quedar entera al terminar todos estos pasos”.
La receta
En el mercado podemos encontrar cientos de variedades de torrijas, pero aquí te explicamos cómo preparan la receta tradicional en el obrador de Levaduramadre: “Cortamos rebanadas de unos dos centímetros de grosor y las sumergimos en una infusión a base de leche, canela, azúcar y un toque de miel que hemos preparado y dejado enfriar previamente, una vez que están bien bañadas, las rebozamos con huevo y las freímos. Para acabar, hacemos un jarabe con lo que ha quedado de la leche y bañamos la torrija cuando ya se ha enfriado, y listo”. Como el propio Moncho nos cuenta “es una torrija de toda la vida, como la que podrías comerte en casa de tu abuela”.