No hay visita a la playa sin selfie, fiesta en la piscina sin música o excursión a la montaña sin grabar tus rutas y guardar todos los datos sobre tus caminatas. Y es que llevar el smartphone encima durante las vacaciones es casi tan importante como mantenerse hidratado o no salir a la calle en las horas de más calor. Nuestro compañero de viaje no es un ser vivo, pero (casi) sufre las altas temperaturas igual que uno: tantas horas bajo luz directa del sol, arena o humedad pueden perjudicar gravemente el terminal y su funcionamiento, provocando serios daños en la pantalla o en los componentes electrónicos. A veces, incluso irreversibles.
“Nuestro móvil puede seguir los mismos consejos que nosotros en verano. La clave es minimizar al máximo el esfuerzo y no someterlo a fuentes de calor directas. Hay que tener en cuenta que ninguna garantía estandar cubre percances por este motivo. En este sentido, Energy Sistem sí dispone de un servicio de protección adicional para aquellos usuarios que lo deseen”, advierte Amador Martínez, Product Manager de la familia de smartphones en Energy Sistem.
Uno de los principales enemigos es el sol. La lógica pide que, ante el calor sofocante de la playa, el móvil se guarde en la mochila. Sin embargo, a no ser que el sol incida directamente, es mejor dejarlo sobre la toalla. “La temperatura sigue siendo la misma pero la sensación de calor disminuye, como al encender el ventilador”, señalan desde Energy Sistem. Si no se cuenta con sombra, es en ese caso es cuando sí se debe de guardar en la bolsa: “Siempre debe estar apagado en estos casos. Si la temperatura es muy extrema, además, se puede envolver en ropa para rebajar la temperatura”.
Otro truco, abrir la mochila para que corra el aire y el calor interno se disipe. Hay que tener mucho cuidado con dejar el smartphone al sol durante un tiempo prolongado, pues el cristal de la pantalla puede llegar a estallar. Esta avería se soluciona con un cambio de display, que oscila entre los 30 y los 190 euros.
Tampoco es recomendable dejarlo dentro del automóvil. “La temperatura recomendada para los smartphones es de entre 0 y 35 grados. En el coche, pueden aumentar hasta los 50. Si se expone el teléfono a tan altas temperaturas, se pueden producir pixelaciones, pérdidas de tonalidad y hasta agotamiento de batería”.
En la playa también el terminal está expuesto a otro de los principales enemigos: el agua. A pesar de que hay algunos modelos sumergibles, la gran mayoría todavía no incluye la característica waterproof -aquellos con la calificación IP67 o IP68, que impide la entrada de líquidos a los circuitos-. Dependiendo del modelo, existen fundas y bolsas estancas que evitan que el agua llegue al interior del móvil.
¿Y si se moja accidentalmente? “Tanto el agua de la playa como el de la piscina complican la situación. La sal y el cloro dejan muchos residuos que actúan como agentes corrosivos, lo que puede provocar daños internos. Y al igual que en el caso de las complicaciones por calor, se recomienda contratar un servicio de protección adicional para cubrir el percance”, señala Benjamín Pastor, ingeniero de smartphones en Energy Sistem.
La situación puede salvarse, sin embargo, con una pequeña dosis de sabiduría popular: después de rescatar el dispositivo del agua y apagarlo -como dispositivo electrónico que es, corre un gran riesgo de sufrir cortocircuitos-, hay que dejarlo escurrir en una posición estática, para que el agua no llegue a tocar componentes que no hayan sido afectados. A continuación hay que retirar la tarjeta SIM, la tarjeta de memoria y la batería, además de cualquier otro elemento que pueda separarse del terminal. Una vez desmontado, se puede secar con un trapo. Tampoco es mala idea envolverlo en una toalla o meterlo en arroz, ya que es un excelente truco para absorber el exceso de humedad.