La mentira es uno de nuestros grandes enemigos, tanto porque puede que sea un acto más recurrente de lo que uno quiere o porque es víctima de ella en numerosas ocasiones. Lo que es una realidad bastante común es que una mentira a nadie le gusta.
“Aunque no lo creamos, controlar estas actuaciones tiene una causa y puede tener una solución si llegamos a saber controlarlo, ya que normalmente mentimos a causa de los niveles y la combinación de dos hormonas de nuestro cuerpo”, afirma el coach de ASESCO, David Gómez.
Según un estudio a alumnos en la universidad de Harvard, se ha descubierto que el cortisol (la hormona que se genera cuando sentimos estrés) y la testosterona (hormona masculina, menos frecuente en las mujeres) son las causantes de este comportamiento tan poco ético. La influencia de ambas, su combinación y sus altos niveles, lo favorecen. Para ello juntaron a estos estudiantes para realizar un examen de matemáticas con autoevaluación final, tomándoles muestras de su saliva antes y después de la realización del mismo. En este estudio descubrieron que los alumnos que habían sido más laxos, son los que habían tenido más altos sus niveles de estas hormonas previa realización del examen. En su posterior autoevaluación, sus niveles habían bajado de forma importante.
“Estos comportamientos son muy comunes en la vida real y diaria y este estudio es un gran ejemplo: si yo tengo miedo a suspender un examen, pero yo a la vez tengo altos niveles de testosterona que hacen que tenga menos miedo al posible castigo a que me pillen, va a hacer que yo copie, porque prefiero copiar y que me pillen a seguir sufriendo porque a lo mejor no llevo bien el examen”, detalla David.
Una hormona justifica a la otra:
La testosterona en altos niveles aporta el poder (te atreves a hacer las cosas) a la vez el exceso de cortisol justifica el acto de hacerlo (para reducir ese estrés si copio y no me pillan, me siento genial).
También se ha demostrado que un alto nivel de testosterona hace que estés más sensible a la recompensa. Si nos sale bien, volvernos a hacerlo porque siento placer. En definitiva, esta combinación de altos niveles de estas dos hormonas, fomentan un comportamiento nada ético.
¿Cómo podemos controlar la mentira?
Trabajando el cortisol: si lo extrapolamos en nuestra vida diaria, a lo mejor mentimos más de la cuenta y esto puede ser porque tengamos en el fondo un exceso de cortisol. ¿Cómo podemos reducir ese exceso de cortisol para que la combinación del exceso de testosterona no haga que yo mienta? “Para bajarlo es necesario realizar actividades que nos quiten el estrés, como la práctica de yoga, meditación o entrenando la mente con programas y herramientas de enfoque mental. Esto hará que poco a poco mi estrés se reduzca, ya que si yo no tengo estrés, no voy a tener necesidad de mentir”.
Trabajando la testosterona: la testosterona fomenta la autoestima y hace sentirse poderoso. Por ello, sería bueno usar esa alta autoestima, debida a los altos nieves de testosterona canalizándose para ayudar a los demás, no sólo ayudarse a uno mismo.
“Para reducir la mentira la clave está en APRENDER A GESTIONAR EL MIEDO, porque de esta manera, no se siente estrés y no se genera cortisol y cuanto menos cortisol, menos necesidad de mentir”.
Según datos científicos los hombres que tienen más niveles de testosterona mienten menos, ya que si uno no tiene miedo, no tiene necesidad de mentir. La postura corporal también influye en este sentido, ya que si uno cambia a una postura potente, fuerte, en dos o tres minutos empieza a generar testosterona que provocará que su autoestima aumente. Esto es en definitiva, porque la testosterona aporta una alta imagen de uno mismo, mayor autoestima.